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Industria nacional para generar empleo y producción espacial

En el predio que la Comisión de Investigaciones Científicas tiene en Gonnet, se modela una de las piezas de esta maquinaria en ciernes. Un grupo de seis jóvenes profesionales, asesorados por un reconocido científico y profesor emérito, desarrolla un sistema espacial único, que demanda unos diez años de trabajo. Servirá para la navegación de la futura constelación de satélites. Luego se producirá en serie y dejará un plexo de conocimientos para las nuevas generaciones .
La paciencia es un atributo que no parece primar entre los argentinos. Pero hay honrosas excepciones que configuran un verdadero contrapeso a la regla cultural del apresuramiento. Una de ellas comenzó a cobrar forma en los primeros meses del nuevo siglo, allá por el año 2000; actualmente se moldea y terminará de cerrarse al final de la década, cuando un producto que es fruto de la meticulosa investigación, el esfuerzo consciente y el sacrificio programado, quede terminado. ¿De qué se trata? De un inédito proyecto que forma parte de uno de los tantos engranajes que Argentina intentará ensamblar para motorizar la industria nacional con destino espacial. Como piezas de un gigantesco rompecabezas, un minúsculo (en recursos humanos, pero grande en conocimientos) grupo de personas aceptó el desafío de desarrollar un sistema que será algo así como el cerebro de la nueva generación de satélites celestes y blancos, que buscarán conformar una ambiciosa constelación a partir de 2010-2011. Estos profesionales agudizan el ingenio en el Centro de Investigaciones Opticas (CIOP) que depende de la Comisión de Investigaciones Científicas (CIC) y del Conicet, en un escenario de última generación, montado en el Laboratorio de Procesamiento Láser, enclavado en el predio de Camino Centenario y 506. “La gente no tiene conciencia de todo lo que se puede hacer en nuestro país”, se enorgullece el físico Pablo Meilán, 37 años, responsable de sistema, visión global y planificación de dicho equipo, un Giróscopo de Fibra Optica (FOG). El aparato, que ya fue construido en una maqueta a tamaño real y pasó una serie de revisiones preliminares de diseño, medirá las velocidades angulares montado en satélites mencionados, tales como la serie SAOCOM 1-A y 1-B o el SAC-D/Aquarius. En órbita, a más de 600 kilómetros de la Tierra, realizará tareas de medición, para determinar la navegación y la orientación de las antenas, explica Meilán, egresado de la Facultad de Ciencias Exactas de la UNLP. También llevará una memoria de masa que almacenará la información de todos los instrumentos de vuelo. Luego, ésta será captada en nuestro planeta, en el centro de operaciones que funciona en la Estación Terrena de Córdoba. Allí se decodificará, analizará y utilizará para diferentes usos. Producción en serie “Hay que tener en cuenta que este proyecto es único en el país. Nunca antes se hizo algo igual. Pero, para ello, se necesita tiempo. Comenzamos a trabajar en 2000 y la entrega está programada para 2010 aproximadamente”, resalta este joven profesional. Gracias a un acuerdo con la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE), el grupo de científicos, conformado por un físico, ingenieros electrónicos y mecánicos, y técnicos, obtiene recursos económicos para el desarrollo. “No solamente tuvimos que idear su funcionamiento, sino que debemos establecer también el proceso de manufactura, porque luego su producción será en serie”, agrega Meilán. Mientras, exhibe la tecnología electrónica desplegada en su laboratorio, que en un futuro inmediato intentará transformarse en un cuarto limpio. Así se llama a un ambiente donde las impurezas y la temperatura están estrictamente controladas. Se debe entrar con guantes, guardapolvo, barbijos y en condiciones asépticas. “Para armar un elemento que luego se usará en el espacio, no puede haber partículas de polvo”, señala Fernando Hisas, gerente de Proyectos de la CONAE, que supervisa el proyecto junto a Roberto Yasielski, del mismo organismo. Los jóvenes que trabajan en esta nueva tecnología no están solos. Cuentan con el asesoramiento de Mario Garavaglia, uno de los físicos más importantes que dio nuestro país, actualmente director del CIOP, reconocido en el ámbito internacional y profesor emérito de la Universidad Nacional de La Plata. Si bien la mano de obra y los conocimientos son ciento por ciento nacionales, gran parte de los insumos llegan desde el exterior, básicamente de Rusia, Canadá, Sudáfrica y Europa. “Estados Unidos tiene bastante recelo para vender y dar a conocer su industria espacial, por eso es más difícil traer cosas de ese país”, apunta Meilán. “Nosotros hacemos menos satélites que EEUU, pero de la misma calidad”, afirma este físico oriundo de Temperley, que trabaja a la par de sus compañeros Diego Alustiza (ingeniero electrónico), Diego Schweitzer (ingeniero electrónico), José Cordero (ingeniero mecánico), Jaime Toledo Vergara (técnico) y Silvina Heisecke (personal de apoyo del Conicet). Cordero es uno de los responsables de haber desarrollado un equipo clave para hacer las bovinas de fibra óptica que se desarrollan en la iniciativa. No había (ni hay) ninguno igual en Argentina. “La importancia de este emprendimiento -dice Meilán- no radica sólo en el hecho material de si servirá para los satélites: estamos generando conocimientos para que puedan usar, aplicar y mejorar futuras generaciones de científicos argentinos”. “Para Argentina, el vuelo espacial no es un paso trivial”, agrega el profesional, full time en un proyecto que utiliza la misma tecnología que en el primer mundo industrializado. Aunque sea tan sólo un engranaje del gran mecano, las piezas comienzan a moldearse para que el sueño de una industria nacional fuerte, próspera y generadora de empleo, no quede reducida meramente al plano terrenal.
Diario Hoy (La Plata)

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