El trabajador va recuperando su verdadero espacio
0 Comments Autor: Chales Mc Dermont on 29 abril 2006 at 21:53.La llegada de un nuevo 1º de mayo obliga necesariamente a un análisis de la situación por la que atraviesan los trabajadores de todo nuestro país.
Desde la instauración de la convertibilidad, que bajo una aparente y ficticia estabilidad pareció haber terminado con el fantasma de la hiperinflación, iba inaugurando silenciosamente un cementerio, el de la industria nacional.
El cierre de empresas y consecuentemente el crecimiento de la desocupación parecían quedar en segundo plano por el crecimiento del país de servicios. El campo y la industria estaban en su peor momento contando décadas.
Aterrizaje forzoso mediante, en el que quedaron muertos y heridos, un nuevo esquema económico que recuperó el mercado interno y las exportaciones con favorable eco de recuperación de fuentes de labor sobrevino y le devolvió la esperanza a los trabajadores por mejorar su situación y a los aspirantes a obtener un puesto de labor que lentamente se están alejando de las filas de los desocupados.
Quedan aún numerosas cuentas pendientes por resolver en este esquema de relación entre el capital y el trabajo.
Es tan cierto que hasta hace poco tiempo la prioridad era la estabilidad laboral para quienes tenían un empleo y la ansiedad por obtener un trabajo para los que estaban fuera del sistema, hoy las variables han cambiado. La creciente demanda de mano de obra, al compás de la evolución favorable de la economía, anima al trabajador a ir hacia adelante buscando una recomposición de su salario, cuyo poder adquisitivo se ve erosionado lentamente por la inflación.
La industria, empujada al vacío por el 1 a 1, hoy quiere recomponer su presente y con mucho esfuerzo logra hacerse de mano de obra calificada, en muchos casos recurriendo a jubilados con oficios que dejaron el descanso hogareño para volver al pie de la máquina a transmitir sus conocimientos a los nuevos operarios que no tuvieron la suerte de heredar el oficio como ocurría en el pasado, en un país que parecía casi normal. Esta es otra de las consecuencias de la devastación del aparato productivo.
Otro de los problemas, derivados de la misma política expulsora de mano de obra, que necesariamente debe ser modificada es la legislación actual de las ART, surgidas con mucha publicidad para cubrir en teoría los riesgos de trabajo, mientras que en la práctica sirvió para alimentar la industria del juicio, abriéndole la puerta más que al derecho del trabajador a percibir una retribución justa ante algún evento, al negocio de unos pocos que están asestando un golpe mortal a las pequeñas empresas que quieren surgir y por ende a sus trabajadores que ante eventuales fallos lapidarios obligaría al cierre de las pymes y los dejaría otra vez en la calle.
La cuestión salarial es más compleja de resolverse. Los gremios pujan por llevar la retribución de sus representados a un nivel que les permita vivir con decoro, tratando de recuperar el terreno perdido en la desigual carrera entre sueldos y precios de la canasta familiar.
Mientras desde el Gobierno se hacen esfuerzos y acuerdos con los empresarios para que la escalada de precios se detenga y evite una puja permanente del sector asalariado para alcanzar una zanahoria cada vez más distante, muchos tratan de aventar los fantasmas del pasado que llevaron los índices inflacionarios a convertirse en una pesadilla. Claro está, que mientras la recaudación impositiva aumente, el gasto público no se desmadre y la economía siga creciendo, las posibilidades de repetir los errores del pasado son menores, pero estas variables deben ser monitoreadas con cuidado y atención.
Si algo queda claro, después de haber atravesado tantos vaivenes económicos es que los incrementos de salarios nunca son los responsables del crecimiento de la inflación, por el contrario, motorizan la economía de tal manera que sostienen la reactivación de un mercado interno que vivió muchos años comprimido.
Los trabajadores conmemoran el lunes su día, y seguramente si hacen un balance de los últimos años vividos en la Argentina, podrán ver que el fiel de la balanza se inclina hoy hacia el lado positivo, lo que no implica que tengan solucionados todos sus problemas, porque a nadie escapa estos hechos que ahora parecen descubrirse, como mano de obra esclava, trabajo en negro y un sinnúmero de desviaciones de un sistema donde muchos se acostumbraron a acopiar en épocas buenas a cualquier costo para pasar la próxima temporada mala.
De las últimas experiencias han quedado cicatrices pero también aprendizaje, se ha generado conciencia sobre el rol que ocupa en nuestra sociedad la fuerza laboral y su preponderancia a la hora de la toma de decisiones. No debe preocupar la puja salarial y las medidas que para ello adopten los trabajadores, si bien pueden causar molestias a los que se sientan perjudicados.
Debe tenerse en cuenta que todavía la distribución de la riqueza no se ha modificado sustancialmente y los trabajadores lógicamente, quieren participar del crecimiento de la economía, no con más horas de labor sino con la misma jornada laboral pero que le permita contar con los elementos indispensables para una vida decorosa junto a su grupo familiar.
De la futura relación de todos los actores de la vida social, los funcionarios, los dirigentes gremiales, los empresarios y los trabajadores dependerá encontrar la equidad para defender el trabajo argentino que algunos quisieron destruir.
Desde la instauración de la convertibilidad, que bajo una aparente y ficticia estabilidad pareció haber terminado con el fantasma de la hiperinflación, iba inaugurando silenciosamente un cementerio, el de la industria nacional.
El cierre de empresas y consecuentemente el crecimiento de la desocupación parecían quedar en segundo plano por el crecimiento del país de servicios. El campo y la industria estaban en su peor momento contando décadas.
Aterrizaje forzoso mediante, en el que quedaron muertos y heridos, un nuevo esquema económico que recuperó el mercado interno y las exportaciones con favorable eco de recuperación de fuentes de labor sobrevino y le devolvió la esperanza a los trabajadores por mejorar su situación y a los aspirantes a obtener un puesto de labor que lentamente se están alejando de las filas de los desocupados.
Quedan aún numerosas cuentas pendientes por resolver en este esquema de relación entre el capital y el trabajo.
Es tan cierto que hasta hace poco tiempo la prioridad era la estabilidad laboral para quienes tenían un empleo y la ansiedad por obtener un trabajo para los que estaban fuera del sistema, hoy las variables han cambiado. La creciente demanda de mano de obra, al compás de la evolución favorable de la economía, anima al trabajador a ir hacia adelante buscando una recomposición de su salario, cuyo poder adquisitivo se ve erosionado lentamente por la inflación.
La industria, empujada al vacío por el 1 a 1, hoy quiere recomponer su presente y con mucho esfuerzo logra hacerse de mano de obra calificada, en muchos casos recurriendo a jubilados con oficios que dejaron el descanso hogareño para volver al pie de la máquina a transmitir sus conocimientos a los nuevos operarios que no tuvieron la suerte de heredar el oficio como ocurría en el pasado, en un país que parecía casi normal. Esta es otra de las consecuencias de la devastación del aparato productivo.
Otro de los problemas, derivados de la misma política expulsora de mano de obra, que necesariamente debe ser modificada es la legislación actual de las ART, surgidas con mucha publicidad para cubrir en teoría los riesgos de trabajo, mientras que en la práctica sirvió para alimentar la industria del juicio, abriéndole la puerta más que al derecho del trabajador a percibir una retribución justa ante algún evento, al negocio de unos pocos que están asestando un golpe mortal a las pequeñas empresas que quieren surgir y por ende a sus trabajadores que ante eventuales fallos lapidarios obligaría al cierre de las pymes y los dejaría otra vez en la calle.
La cuestión salarial es más compleja de resolverse. Los gremios pujan por llevar la retribución de sus representados a un nivel que les permita vivir con decoro, tratando de recuperar el terreno perdido en la desigual carrera entre sueldos y precios de la canasta familiar.
Mientras desde el Gobierno se hacen esfuerzos y acuerdos con los empresarios para que la escalada de precios se detenga y evite una puja permanente del sector asalariado para alcanzar una zanahoria cada vez más distante, muchos tratan de aventar los fantasmas del pasado que llevaron los índices inflacionarios a convertirse en una pesadilla. Claro está, que mientras la recaudación impositiva aumente, el gasto público no se desmadre y la economía siga creciendo, las posibilidades de repetir los errores del pasado son menores, pero estas variables deben ser monitoreadas con cuidado y atención.
Si algo queda claro, después de haber atravesado tantos vaivenes económicos es que los incrementos de salarios nunca son los responsables del crecimiento de la inflación, por el contrario, motorizan la economía de tal manera que sostienen la reactivación de un mercado interno que vivió muchos años comprimido.
Los trabajadores conmemoran el lunes su día, y seguramente si hacen un balance de los últimos años vividos en la Argentina, podrán ver que el fiel de la balanza se inclina hoy hacia el lado positivo, lo que no implica que tengan solucionados todos sus problemas, porque a nadie escapa estos hechos que ahora parecen descubrirse, como mano de obra esclava, trabajo en negro y un sinnúmero de desviaciones de un sistema donde muchos se acostumbraron a acopiar en épocas buenas a cualquier costo para pasar la próxima temporada mala.
De las últimas experiencias han quedado cicatrices pero también aprendizaje, se ha generado conciencia sobre el rol que ocupa en nuestra sociedad la fuerza laboral y su preponderancia a la hora de la toma de decisiones. No debe preocupar la puja salarial y las medidas que para ello adopten los trabajadores, si bien pueden causar molestias a los que se sientan perjudicados.
Debe tenerse en cuenta que todavía la distribución de la riqueza no se ha modificado sustancialmente y los trabajadores lógicamente, quieren participar del crecimiento de la economía, no con más horas de labor sino con la misma jornada laboral pero que le permita contar con los elementos indispensables para una vida decorosa junto a su grupo familiar.
De la futura relación de todos los actores de la vida social, los funcionarios, los dirigentes gremiales, los empresarios y los trabajadores dependerá encontrar la equidad para defender el trabajo argentino que algunos quisieron destruir.
Diario El Sol de Quilmes
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